Cómo conectar con tu propósito

Cómo conectar con tu propósito

Transitamos un año especial donde la abogacía está llamada a volver a crear formas de la profesión que acompañen la evolución de la sociedad. Las respuestas se apoyan en variables como el derecho colaborativo y la justicia sistémica que nos dan un nuevo aire y frescura para abordar los conflictos. Esto nos abre la puerta a desarrollar nuevas maneras de abogar, pero primero habrá que identificar qué huella queremos dejar y hacer espacio, tiempo y silencio para oír nuestro llamado. En este artículo compartiré algunas claves de cómo lograrlo. 

Transitar este re-crear de la abogacía puede sonar abrumador. No solo por las demandas actuales de las personas a la justicia, sino por lo incierto de empezar con algo nuevo. Para tomar fuerza e inspiración es importante saber que no hace mucho tiempo hubo pioneros que abrieron puertas a nuevas formas de ejercer la profesión como: 

  • El derecho colaborativo. 
  • El derecho sistémico. 
  • La justicia sistémica. 
  • El derecho cuántico.
  • La justicia color turquesa.

Uno por uno

El derecho colaborativo fue creado por un abogado de familia frustrado de ver cómo las familias quedaban destrozadas luego de ingresar en procesos judiciales conflictivos. Entonces diseñó una disciplina para abordar los problemas caracterizada por la idea de no competencia ni confrontación.

El rol del abogado es acompañar a las personas a encontrar la solución a sus diferencias. En ese camino pueden participar otros profesionales como psicólogos, arquitectos, un coach o un representante de una disciplina necesaria. Las personas son las protagonistas de cómo resuelven sus diferencias. El hacer profesional atiende las necesidades de las personas con un espíritu de cooperación. Ya no se ve a la otra parte como un rival al cual debemos vencer.

Abogar de forma colaborativa requiere de mucha paciencia, una escucha consciente, una comunicación clara y de retirar el ego de la mesa. Aquí las personas están en primer plano. Incluso es necesario que los abogados renuncien por escrito a ir a juicio. Es un cambio total de paradigma, ya que la práctica tradicional del derecho la amenaza de “llevar el asunto a tribunales” es habitual. 

En el caso de que las personas involucradas en un proceso colaborativo quieran iniciar un juicio el abogado colaborativo debe abandonar el proceso y las partes pueden acudir a otros abogados. 

Por otro lado, el derecho sistémico es el que reconoce que las personas formamos parte de varios sistemas a la vez. Somos parte de una familia, una sociedad y una Justicia, entre otros órdenes que conviven, nos preceden y nos configuran. Buena parte de las bases teóricas de esta forma de abogar provienen de Brigitte Champetier de Ribes y su libro Las fuerzas del amor (2018), donde profundiza sobre las constelaciones. 

En el derecho sistémico la atención profesional busca identificar qué hay detrás de cada conflicto. Por ejemplo, con la asistencia de consteladores se puede ayudar a una persona en medio de una separación a identificar que está ocupando un lugar de víctima o reclamando a un padre o a una madre. Si bien el abogado no reemplaza a un constelador puede, con una escucha consciente, indagar más allá del relato, las posiciones y los fenómenos gracias a una aproximación holística.

El derecho cuántico es aún más nuevo y cubre aspectos que el derecho colaborativo y el sistémico no pueden. Principalmente, a conectar con leyes que no están en los códigos (como el Civil y Comercial o el Penal) sino con las que sostienen al universo. En este caso, el hacer profesional se basa en ayudar a reconocer qué atrae la persona y qué necesita trabajar para dar un salto evolutivo en su conciencia, además de recibir el apoyo legal. Es una vuelta de tuerca al conflicto, donde una de las partes quiere dialogar y la otra prefiere seguir por las vías tradicionales de ir a los tribunales y pelear. 

Por último, la justicia color turquesa integra todos los niveles de conciencia de forma individual y colectiva en los que vamos avanzando como profesionales. Incorpora los distintos tipos de derecho y permite ofrecer la mejor herramienta para cada situación. 

Estas cuatro maneras de abogar son ejemplos actuales y efectivos, pero lo importante es saber que existen más posibilidades y pasillos que tomar si conectamos con nuestros propósitos. 

Un refrán peligroso

Existen tres consejos sencillos para conectar con nuestros propósitos. El primero es aprender a estimular la curiosidad. No hay que quedarse con los códigos y las leyes. Hay que nutrirse de otras informaciones y disciplinas que nos ayuden a enfrentar la complejidad emergente. Es de gran ayuda involucrase en campos de conocimiento que no tienen que ver con lo que nos enseñaron en la universidad.

La segunda recomendación llega naturalmente al poner en marcha la curiosidad. Se trata de cultivar la intuición. Fuimos programados con la idea de que la curiosidad mató al gato, un mensaje que corta toda sensibilidad para acceder a la búsqueda y la alineación con nuestro corazón. La educación nos ha limitado y para salir de esa cosmovisión debemos reconocer las trabas y encontrar nuevas respuestas y posibilidades de acción.

El tercer consejo para identificar el propósito es interrogarnos sobre nuestros sueños. Es importante darnos tiempo, espacio y silencio para elegir qué huella queremos dejar en el mundo y qué vamos a hacer por nosotros y por los demás. No importa lo improbable o difícil que nos suene al principio. Acceder a esas imágenes mentales nos permitirá seguir con nuestras narices y conectar con las personas y los caminos cargados de sentido.

Qué tan fuerte puede sonar el silencio

En el libro El viaje del héroe (1990) Joseph Campbell habla de un llamado que atrae y complica desde lo desconocido. Creo que más que nunca necesitamos escuchar esta señal si queremos conectar con nuestro propósito en el re-crear la abogacía. Después de lo que vivimos en el último año y medio sé que existe algo que nos interpela a ser y hacer de otra manera. 

Yuval Noah Harari sostiene que funcionamos a partir de una educación lineal que impacta en nuestra mirada de la vida y está apoyada en las experiencias: primero fuimos a la escuela, luego a la secundaria y después a la universidad. Desde 2020 esa realidad ya no existe. Nos encontramos ante una hoja en blanco, pero este despojo no necesariamente debe darnos miedo porque es desde donde podremos conectar con lo que vamos a construir. Lo más importante es lograr tiempo de silencio y reflexión para escuchar el llamado. 

No es sencillo. Vivimos con tantos estímulos que es vital encontrar cómo estar atentos a las sincronicidades, las casualidades y los otros mensajes que no vienen estrictamente de los teléfonos celulares. La conexión ideal debe ser con el poder de nuestra impronta a desarrollar.

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