Una justicia en color turquesa

Una justicia en color turquesa

Estamos en un momento histórico como humanidad, como habitantes de la tierra, como ciudadanos de cada país, comunidad y territorio, todo absolutamente todo está cambiando. Muchas cosas están en caída y derrumbe y otras se encuentran emergiendo y mostrando sus primeras e incipientes chispas de luz en medio de este aparente caos. 

La justicia no queda exenta de sufrir las consecuencias de esta nueva realidad. Nuestra justicia, aquella que conocemos, ha sido creada, alimentada y perpetuada por antiguos sistemas de creencias que han dado lugar a lo que hoy conocemos como “orden”. 

Ese orden nace de una dualidad y configura un “deber ser” tan lleno de derechos como de responsabilidades. Un orden para vivir en sociedad y en comunidad que regula a todas las personas alcanzadas por sus normativas.

Ahora bien, en estos meses de pandemia pudimos vivenciar el cierre de tribunales y la suspensión de nuestras actividades profesionales, vimos cómo quedaban sin respuestas las necesidades de justicia de la sociedad, desde el reclamo más chico hasta el más complejo y doloroso. Podríamos justificar esta falta y esconderla en la situación inédita, extraordinaria y fuera de agenda que le tocó vivir al mundo. Podríamos apuntar con el dedo a la gran excusa de escala global y no atender a aquello que en este tiempo pudimos dimensionar: la inacción de la justicia no es un problema derivado de este presente. Hace años que el sistema jurídico es incapaz de brindar soluciones rápidas, sensibles y reales a las disputas personales, sociales, económicas y políticas que surgen en cada rincón del país.

La falta de credibilidad, la desconexión con la realidad y las necesidades de la ciudadanía es algo que veníamos advirtiendo y sintiendo pero decidimos esconder detrás de la corrida diaria, de la rutina, muchas veces quejándonos del sistema pero solo como espectadores críticos, como si no fuéramos parte del problema, justificando nuestra resignación.

El Covid19 nos frenó y ese freno nos dio tiempo para analizar, para repensar, para mirar lo que veníamos haciendo. Nos conectamos con nuestra vulnerabilidad, con la finitud de la vida, con la importancia de los vínculos, con la belleza de lo simple y con el dolor de estar separados de nuestros seres queridos más vulnerables. A algunos nos quitó la posibilidad de despedir a quienes partieron de la tierra, como también la posibilidad de darle la bienvenida a aquellos que estaban llegando. 

Y así, en el transcurrir de los días, cada uno vio lo que vio de sí mismo, de su vida, de lo que había creado en su familia y en su espacio de trabajo. Muchos también se dieron cuenta de la necesidad de hacer y trabajar con algo que tenga un sentido más grande, un sentido de trascendencia, algo que vaya más allá de nosotros, de nuestro simple y pequeño “ego”, algo que pueda dejar una huella o ser una semilla para el cambio en el mundo que queremos ver. 

Y dentro de ese grupo de personas mi mensaje no es solo para los abogados sino también para la sociedad en general. 

Seamos conscientes o no, la realidad dicta que estamos dentro de un momento de cambio total de era, pero no de una era desde una concepción cronológica, comienza una era que marca un fuerte movimiento en la conciencia. 

Nos encontramos ante los primeros sismos que generan un cambio en la conciencia colectiva, empezamos a sentir esa sensación de movimiento, de impulso antes de dar el salto, y el abrupto detenimiento de la normalidad que sufrimos evidenció enormemente esa sensación. Nos vimos obligados a conectarnos, a pensar para adentro, y cuando vamos para adentro, si bien puede ser un viaje doloroso y duro, es al mismo tiempo el viaje más maravilloso y revelador. Es un viaje de conexión, de encuentro con nuestro poder creador y con nuestro poder personal. 

Podemos decir que nuestras condiciones de vida están cambiando a una velocidad inusual, a un ritmo que no controlamos y dentro de un marco de incertidumbre que ninguna normativa, por más escrita que se se encuentre puede abordar, predecir, controlar. El salto que debemos dar es un salto propuesto por el contexto, para encontrar paz y sobrevivir a este entorno nuestra conciencia necesita integrar nuevas sabidurías relacionadas al mundo interior, al autoconocimiento, a la conexión y el equilibrio con la naturaleza, los saberes científicos académicos ya no son suficientes.

Debemos dejar de lado el nivel de conciencia orientado únicamente al éxito en términos económicos y a la gratificación materialista como forma de vida.

Ahora bien, te propongo abordar el mundo del derecho y la mirada de la justicia desde este nuevo nivel de conciencia, cómo afecta este salto evolutivo de percepción de la realidad a nuestra profesión. Voy a compartir con vos este conocimiento profundo y apasionante dentro de las limitaciones propias que establece este medio, la cantidad de propuesta caracteres y el tiempo que dedicas a leerme, el cual agradezco profundamente.

Los niveles de conciencia:

Dentro de las clasificaciones de los niveles de conciencia tenemos el azul, que se basa en la ley y el orden, donde lo importante es la estabilidad, se obedece a la autoridad, el individuo forma parte de un grupo religioso, nación, equipo de trabajo, club, y en todos hay reglas, sanciones, estructuras piramidales, castigo para los inclumplidores y premios para los cumplidores. 

Luego viene el nivel de conciencia naranja que tiene que ver con la importancia del éxito, de ganar, de obtener buenos resultados, somos valorados por lo que logramos en el mundo material, es un nivel de conciencia competitivo basado en premios (hasta hay premios por la paz lo cual a más de uno puede resultarnos paradójico). El protagonismo es importante y hay una valoración directa del SER que depende de su capacidad o no, para acumular bienes personales. 

Sigue el nivel de conciencia verde preocupado por el medio ambiente, los animales, los excluidos, los no comprendidos, busca un mundo de paz e igualdad y tiene un propósito fuertemente vinculado a vivir en comunidad. Pero como sombra, ese nivel presenta la falta de reconocimiento a las jerarquías, a las autoridades, a las estructuras, y muchas veces ingresa en espacios de auto-victimización por no sentirse comprendido.

Luego viene el Turquesa, donde se promueve una conciencia de colaboración e integración colectiva en busca de una comunidad global, este nivel de conciencia integra las luces de todos los demás niveles de conciencias y sus sombras, aceptando los aprendizajes y regalos de cada uno. 

Este es el nivel de conciencia que quiero rescatar y compartir con ustedes.

¿Cuántos de nosotros en esta pandemia comenzamos a vislumbrar en nuestra vida diaria este nivel de conciencia: aceptando al otro, colaborando con los vecinos, con la familia y con las personas mas vulnerables que necesitaban ayuda? 

¿Cuántos han conectado con su propia vulnerabilidad y desde ahí con su poder personal integrando sus propias luces y sombras? ¿Cuántos descubrimos que no todo pasa por el éxito económico, por los grandes despachos ni grandes casos y premios y comenzamos a buscar, intuir y valorar hacer lo que nos gusta, con quien nos gusta, y como nos gusta, sin importar que haya otro que me reconozca y aplauda?

Muchos somos los que hemos sentido y sentimos día a día nuestra propia apertura y cambio de conciencia, pero no pensábamos así en Enero de 2020, debemos agradecer a la crisis, a la pausa que generó la aceleración de este proceso. 

Pasemos de lo micro a lo macro, salgamos de nuestro crecimiento personal para analizar lo que ha sucedido con la justicia. Al menos en Argentina durante casi cuatro meses sufrimos la paralización total de sus servicios y quedamos varados en una especie de limbo. Y ahora que volvió a abrir, muchas de las cosas y situaciones que antes veníamos como “normales” ya no nos hacen sentido.

¿Por qué? Porque ha cambiado nuestra conciencia.

Porque hemos cambiado nosotros y cuando nos proponen volver a un nivel de conciencia anterior nos resulta difícil, es algo que ya hemos trascendido y ahora conectamos con otro sentido de la vida y las prioridades. Y si bien la mayoría de los profesionales aún no ven con mucha claridad cómo quieren trabajar y seguir, si tienen una gran claridad de lo que ya no quieren, eso es bien notorio. Lo veo en las conversaciones con muchos colegas amigos, también con los alumnos de mis clases y participantes de mis programas, que expresan con una claridad muy fuerte: “no sé lo que quiero, pero sé lo que ya no quiero”

Ese es el primer gran paso, despegarme de lo que ya no quiero y comenzar con una declaración, tal como lo proponemos desde el ejercicio del coaching.

Es parte de nuestra responsabilidad para con nosotros mismos darnos cuenta que estamos a punto de dar el primer paso hacia otro gran nivel de conciencia, de integración, colaboración y cooperación. 

La Justicia Turquesa: 

¿Cómo sería una justicia dentro del nivel de conciencia color turquesa?

Ahí viene el siguiente y gran desafío, porque el cambio en lo macro nace en lo micro, nace en nuestro interior, a partir de nuestro propio cambio personal. A partir del cambio que cada abogado y abogada realice, ya sea que trabaje en forma independiente, en el poder judicial: legislativo o ejecutivo, y que haya conectado con esta ventana de oportunidades que nos brinda el salto de conciencia, puede ser el creador en su propio espacio y ámbito de influencia para alcanzar una justicia “turquesa”. 

Una justicia que atienda a las necesidades de las personas, a los conflictos, a la construcción de proyectos, a los nuevos desafíos y oportunidades que se presentan diariamente y que requieren de abogados del nuevo paradigma. Abogados que se van actualizando y adaptando rápidamente a los cambios que propone sin descanso este mundo VICA post Covid19.

Quiero que sepas que puedo acompañarte a adquirir estas nuevas herramientas que actualizan tus capacidades como profesional.

Las habilidades blandas son habilidades de comunicación, empatía, inteligencia emocional, autogestión emocional, liderazgo, capacidad de colaboración y cooperación, fundamentales para crear una justicia turquesa. Este aprendizaje no se estudia en ningún texto formal; se experimenta, se vive, se transmite, se aprende mirando desde nuestra perspectiva personal y se construye con nuestra experiencia. Brota de nuestro interior y encuentra su cauce en lo comunitario, donde el SER humano que reside dentro de cada abogado es el protagonista del aprendizaje, un SER que integra como el nivel turquesa todos sus propios aspectos, primero hacia adentro para luego llevarlos hacia el afuera. 

Ese es el gran regalo de las habilidades blandas, es el gran aporte del coaching jurídico como lo he concebido en la metodología que he desarrollado luego de dos años y medio de llevar adelante programas en forma ininterrumpida. 

Escuchar como coach, mentora y entrenadora de habilidades blandas los quiebres y dolores de mis colegas me ha permitido dimensionar la importancia de estos conocimientos. Estoy acá para ayudarte porque sé que mi sueño de crear una justicia mejor también es el tuyo. 

¡Dejemos juntos una huella en el mundo!

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