Parece que se está poniendo de moda el término o concepto “habilidades blandas”, o su acepción en inglés, las famosas soft skills. El interés por estas herramientas humanas se disparó en los buscadores web en estos tiempos de Covid 19 donde las pantallas y la tecnología han pasado a ser nuestro gran aliado y conector con el mundo exterior.
Hace dos años cuando comencé a hablar con amigos y colegas sobre la importancia de las “habilidades blandas” como un atributo fundamental del abogado/a en tiempos actuales, las miradas, y hasta los “chistes”, estaban presente en la conversación, y me resultaba difícil, dentro del ámbito de la “trivialidad” avanzar, profundizar y explicar la importancia del concepto y el gran valor que tales habilidades podían aportar para el profesional del derecho.
En estos tiempos donde los cambios, la complejidad social y la emocionalidad colectiva e individual lideran los conflictos, las alianzas y los nuevos negocios; donde palpamos día a día que los espacios y las funciones que antes ocupaban grandes equipos de profesionales son reemplazados por nuevas tecnologías que ofrecen y crecen exponencialmente gracias al constante desarrollo de la Inteligencia Artificial, es que vemos que la creatividad, la flexibilidad y el entendimiento son habilidades que necesitamos incorporar para reinventarnos e reinventar nuestro trabajo.
Quizás ahora, podamos empezar a escuchar con más atención aquello que tienen para ofrecernos las tan mentadas habilidades blandas.
El poder de las habilidades blandas en la era de la tecnología.
Con el avance de la tecnología no puedo dejar de rememorar una frase que captó mi atención en una de las tantas tardes en las que doy rienda suelta a mi curiosidad; y mientras indagaba sobre las nuevas formas de resolución de conflictos, mis ojos quedaron atrapados en una frase que no había leído con anterioridad, pero que hace tiempo venía resonando en mi interior:
“Los abogados deben reinventarse o la revolución digital los dejará obsoletos”.
Hoy la inteligencia artificial se encamina a desterrar de nuestros cerebros la necesidad de guardar información rígida, dura, legal. Los diferentes sistemas de ODR (su sigla responde a Online Dispute Resolution que en castellano sería: Programas en Línea para la Resolución de Disputas) que surgen y siguen surgiendo, los Smart Contracts (Contratos Inteligentes) que se autoejecutan en caso de incumplimiento, y ya son capaces de solucionar divorcios, sucesiones y hasta liquidaciones de dividendos a accionistas, hacen que me pregunte:
¿Qué tanto futuro nos queda a los seres humanos dentro de esta profesión?
Vivimos en una era sin fronteras, global, descentralizada y digital, la Justicia no va a escapar a las características de estos tiempos y nosotros tampoco vamos a poder escapar, debemos adaptarnos. Estas nuevas formas del ejercicio del Derecho colaboran con una descentralización de la justicia, apalancadas por un poder de resolución simple, económico y práctico. Muy alineado con la forma de ser, pensar y actuar de las nuevas generaciones, las generaciones digitales.
Cada minuto que pasa los actores que empujan el Legaltech (Tecnología para la Legalidad) desarrollan nuevas herramientas, nuevos sistemas y desarrollos; que colaboran y dan servicio a grandes estudios, empresas y organismos de gobierno reemplazando de manera efectiva muchas de las tareas realizadas por abogados y equipos de abogados.
¿Qué fortaleza, qué diferencial tenemos que ninguna tecnología podrá reemplazar? La respuesta es sencilla, nuestra humanidad, nuestras capacidades humanas.
Podrán reemplazar nuestras “habilidades duras”, nuestro conocimiento empírico de la profesión pero no podrán reemplazar la empatía, la escucha y la mirada plena de los conflictos; que también reconoce a la emocionalidad para resolverlos.
Lo que las computadoras nunca podrán reemplazar son nuestras habilidades blandas.
¿Y qué son las habilidades blandas?
Son aquellas habilidades humanas que nos dotan del poder que encierra la profunda conexión con nuestra humanidad, con esas características tan sensibles de nuestro ser.
Habilidades que no se estudian en forma intelectual, se viven, se desarrollan, se experimentan, se despiertan. Se activan, como las semillas que están dormidas y necesitan del agua para despertarse. Las habilidades blandas están ahí, las tenemos todos, ahora bien, debemos activarlas, y si queremos, con conciencia, ponerlas al servicio de nuestra profesión, de nuestro ser.
¿Cuáles son las habilidades blandas?
No tienen un listado acabado, las principales, son las comunicacionales, creatividad, responsabilidad, humildad, proactividad, trabajo en equipo, resiliencia, empatía, capacidad de generar confianza, inteligencia emocional, autoliderazgo, visión, entendimiento, claridad, entre otras.
¿Cómo se desarrollan?
No hay un manual de instrucciones. Las habilidades blandas se experimentan, se transitan, ese tránsito puede ser incómodo a veces y divertido otras, pero indefectiblemente requieren de una experiencia de aprendizaje. Se abordan desde la experimentación, desde la acción consciente, desde el movimiento; por eso no es posible abordarlas desde el estatismo que propone y delimita al aprendizaje intelectual.
Es como aprender a nadar, o a tirarse en paracaídas, puedo darte el manual y que lo leas, y lo aprendas de memoria, pero vas a necesitar transitar por la experiencia de aprendizaje.
Esto mismo es lo que sucede con las habilidades blandas, requiere de transitarlas.
Las habilidades blandas son el complemento ideal de las habilidades duras.
Las habilidades duras son aquellas que incorporamos netamente a través del ejercicio intelectual: estudios formales, de grados, postgrados, másters y doctorados. Es el conocimiento empírico que nos habilita ejercer una determinada profesión o especialidad. Se identifican como las competencias y habilidades adquiridas en forma académica, intelectual.
El mundo de las habilidades duras es un mundo puramente racional.
En contraposición, las habilidades blandas, son las inherentes al ser humano. Pueden estar desarrolladas, semidesarrolladas, tapadas o bloqueadas, pero definitivamente son habilidades que están ahí, habitan dentro nuestro. Requieren de un despertar personal para poder ponerlas al servicio de la profesión en estos tiempos de cambio y movimiento.
Podemos comenzar identificando algunas de ellas, las más requeridas en este momento:
Innovación, flexibilidad, adaptación al cambio, agilidad, apertura, habilidades emocionales, desarrollo de la empatía, habilidades de comunicación, valores, responsabilidad, capacidad de trabajar en equipo, entre otras. Este no pretende ser este un listado exhaustivo, ni cerrado, simplemente estoy tratando de ejemplificar de qué estamos hablando cuando nos referimos a habilidades blandas.
A modo de introducción, en este artículo voy a profundizar en algunas de ellas, en aquellas que creo que son las más importantes y que debemos tener en cuenta a la hora de incursionar en su práctica, en su hábito e incorporación.
- Habilidades comunicativas:
Comprender a los demás, darse a entender y sentir respeto por el otro, no mostrarlo o aparentarlo por educación, sino sentirlo de verdad; aunque piense distinto, aunque no esté de acuerdo, comprender que la comunicación tiene que ver también con dar espacio al otro, dejarlo ser y aceptarlo. Como dice el biólogo Humberto Maturana: “… como un legítimo otro”, y no como una representación teatral basada en nuestros buenos modales. - Creatividad – Innovación:
Buscar herramientas fuera de la caja, fuera del derecho. Ahora bien, no seguir la moda, si todos estudiamos los mismos patrones por más que en determinado puedan parecer acciones en los bordes, rápidamente se convertirán en centro y volveremos a la caja de donde quisimos salir. Estudiar habilidades blandas es otra cosa, porque el desarrollo de la creatividad nace de un proceso de autoconocimiento personal, a fin de identificar nuestras propias fuentes de inspiración, que son totalmente diferentes en cada uno de nosotros. Una invitación a activar la curiosidad. - Honestidad – Coherencia:
En un mundo donde todo sale a la luz, todo se sabe y se conoce, la honestidad, la coherencia entre lo que digo y lo que hago, definitivamente hará una diferencia, y será sumamente valorada. - Articular – Desarrollar el liderazgo como articulador:
La forma de liderazgo está cambiando y seguirá cambiando. La capacidad de articular para un abogado tiene raíz en el paradigma de “tratar de convencer para tener razón”. Hoy necesitamos dejar de argumentar para convencer y trabajar para comprender; encontrar junto al otro y a los otros, salidas o soluciones en colaboración, debemos cooperar para alcanzar una salida en paz a los conflictos. - Capacidad de generar contextos seguros: Una de las principales habilidades blandas, es la creación de contextos, espacios seguros para que se produzcan las conversaciones, los encuentros entre partes y pares improbables también, genera confianza y tranquilidad. Es la capacidad de generar un buen clima de trabajo o de cambiar el clima emocional en una audiencia poco predispuesta a la escucha atenta.
- Promover la colaboración, no la competencia:
Nosotros dentro de los programas que desarrollamos en coaching jurídico, tenemos como eje ese foco, transformar la forma de abordar la profesión desde la colaboración y no desde la competencia.
Estas son algunas de las habilidades blandas, en los próximos artículos destacaré especialmente la capacidad de gestionar el mundo emocional, el mundo del lenguaje y la gestualidad corporal. Lo importante es que podamos advertir y observar, que se trata básicamente de competencias que se encuentran dentro del ser humano, que pueden estar dormidas, tapadas, por sistemas de creencias, por modelos mentales, pero sin embargo ahí están listas para surgir nuevamente, despertarse como semillas, con el agua justa y suficiente.
Un mundo líquido, incierto, ambiguo, sin fronteras, abierto, en permanente movimiento y cambios, impredecible y sumamente tecnológico, requiere de un abogado con poder humano, un abogado que pueda equilibrar las habilidades duras con las habilidades blandas, como el símbolo del ying y yang.