Quiero hacerte una pregunta inusual: los abogados, ¿debemos mostrar nuestras emociones? Me atrevo a decir que lo primero que apareció en tu mente fue un rotundo “no”. Te entiendo, en el pasado también he reaccionado de igual manera y el término “inteligencia emocional” me parecía totalmente ajeno al derecho.
¿Por qué crees que pensamos así? Es simple: creemos que dejar aflorar las emociones es una señal de debilidad. Si somos débiles, seremos destruidos fácil y rápidamente en litigios, negociaciones y mediaciones. No podemos estar más equivocados.
Ahora bien, ¿cómo es que hemos llegado a pensar de esta manera? Las emociones forman parte de nuestra vida como seres humanos y no podemos vivir sin ellas. Si nos esforzamos por ayudar a la gente en situaciones problemáticas, ¿por qué hay que dejar de lado las emociones? ¿Acaso los abogados trabajamos para resolver los problemas de robots?
Pensamos de esta manera porque pertenecemos a una profesión demasiado rígida. Pero déjame decirte que ser duros e impasibles no nos hace mejores profesionales. Jamás me cansaré de repetir lo siguiente: es increíble que en los programas universitarios de abogacía no se contemplen las habilidades blandas. Estudiamos infinidades de normas y leyes, pero no hay espacio para el costado emocional del derecho.
¿Cómo es posible que una profesión humanista como la abogacía no contemple a la inteligencia emocional en su currícula? Por suerte, para algunas personas es innato, ya que cuentan con una competencia natural para la gestión de las emociones. Otras, sin embargo, son excelentes a nivel académico o intelectual, pero carecen de habilidad emocional o prefieren no ponerla al descubierto por temor a exhibir fragilidad.
Beneficios de la inteligencia emocional
Ahondemos más en la “inteligencia emocional”. El término se popularizó en 1996 con la publicación del famoso best seller de Daniel Goleman. Podría decirse que el autor logró un milagro: que el mundo corporativo comprenda la importancia y la fuerza de las emociones en el interior de las organizaciones.
Por si no has tenido oportunidad de leer el libro —de ser así, te recomiendo que lo hagas—, desarrollar inteligencia emocional se relaciona con la posibilidad de adecuarse con velocidad y flexibilidad a los cambios producidos a nuestro alrededor.
Esto es muy importante, porque comprender y tener la capacidad de leer los contextos emocionales colectivos e individuales es sumamente útil para estar en un estado de consciencia que nos permita crear y gestionar espacios seguros para el abordaje de conflictos.
Para los abogados, crear espacios seguros de conversaciones tiene que ver con un arte totalmente ajeno a nuestra profesión. Por lo tanto, esto requiere de un nuevo abordaje profesional del abogado. Es todo un desafío, pero puede lograrse.
Siguiendo a Goleman, las competencias de la inteligencia emocional son cinco: tres son personales —hacia nosotros mismos— y dos son sociales —en relación con los demás.
- Personales
- Autoconocimiento
- Autogestión
- Automotivación
- Sociales
- Empatía
- Habilidades sociales
Analicemos las personales. El primer paso hacia un proceso de transformación es el autoconocimiento. Luego, debemos avanzar hacia la autogestión. ¿Qué significa? Identificada la emoción, es preciso encontrar un regulador propio, un equilibrio. Esto no quiere decir que hay que controlar las emociones, sino que debemos escuchar su mensaje y observar nuestra reacción. Por último, la automotivación se refiere a identificar las emociones que tenemos en relación con lo que queremos conseguir, nuestro objetivo.
Es el turno de las sociales. La empatía es la capacidad de percibir, compartir e inferir los pensamientos, sentimientos y emociones de los demás. Tiene que ver con conectarse con el otro, comprenderlo, acompañarlo. Las habilidades sociales nos permiten relacionarnos con otras personas, desde el liderazgo, la colaboración, la cooperación, el trabajo en equipo y la innovación. Estas competencias nos brindan la destreza necesaria para influir y modificar las emociones de los demás.
La inteligencia emocional en la abogacía
Ahora que has analizado los beneficios de un buen manejo de las emociones, ¿no crees que los abogados podemos enriquecer la profesión añadiéndolas a nuestra caja de herramientas? Estoy convencida de que ya has comprendido la importancia de la inteligencia emocional, no solo para mejorar nuestro trabajo sino para ennoblecer todos los aspectos de la vida.
El mundo vive en constante transformación y debemos estar preparados para los innumerables desafíos que tenemos por delante. Como profesionales de la abogacía, no podemos permanecer estáticos y sin reacción ante los cambios que se presentan.
Un abogado con poder humano es una propuesta de valor. Creo que, en un futuro no muy lejano, este tipo de profesional será más requerido y apreciado que en la actualidad. Debemos estar preparados para lo que la sociedad necesita y demanda. Es preciso comenzar ahora, hoy mismo. Romper con viejas creencias o mitos lleva tiempo, pero tenemos que torcer esas ideas tan rígidas que están asociadas al derecho.
Prestar atención a la importancia de la inteligencia emocional puede ayudarnos a practicar nuestra profesión de manera más sólida, creíble y, sobre todo, confiable. Pero no es todo, ya que nos generará placer, alegría y abundancia en el ejercicio de la abogacía.
Abogados con poder humano
Te propongo aprovechar el valioso conocimiento que nos brinda la inteligencia emocional para ser abogados con más poder humano, conectados con nuestro propio sentido de “abogar”, y con la capacidad de gestionar y gestionarnos en un mundo de total incertidumbre.
Como ya mencioné, manejar nuestras emociones en pos de un mejor ejercicio de la profesión puede aprenderse, y yo puedo enseñarte a alcanzar este grandioso objetivo. ¿Te interesa conocer los beneficios de una buena gestión de las emociones para ser el abogado que el mundo necesita?
